domingo, 14 de septiembre de 2014

Inside LLewyn Davis

Cómo me gustán los hermanos Cohen. Creo que no lo había dicho nunca por aquí. Cómo me gustaron Fargo, Muerte entre las flores, Burton Fink, El gran Lebowski (la mejor comedia de los últimos veinte años), como me decepcionaron algunos de sus titulos de los años 2000. Me refiero a todo eso después de el hombre que nunca estuvo allí, (ladykillers, crueldad intolerable, quemar después de leer, incluso también un poco la premiada No es país para viejos). 
Y como me han vuelto a gustar los Cohen otra vez desde entonces; Un tipo serio, True grit y ésta, su última película. Quizá salvo en la adaptación del western no hayan alcanzado sus cotas más altas de los años 90, pero están de nuevo en el buen camino. 
Inside Lleywn Davis, es como en muchos de sus trabajos, la historia de un perdedor, una historia sencilla, llena de momentos extraños, personajes rocambolescos, situaciones que sobreviven a lo inverosimil por los pelos, material onírico que nos parece más "verdadero" que el fingido realismo de otras películas. El secreto de los Cohen. Creo que los Cohen me gustan sobre todo porque aunque nos presentan a personajes perdedores, (maravilloso el diálogo sobre perdedores y personas que dividen a las personas en grupos dentro de la película) son bastante amigables y humanos con ellos. Aquí tenemos a un cantante de folk que trata de hacerse un hueco en el difícil mundo de contratos precarios e inestables, actuaciones en pubs que también son frecuentados a su vez por otros perdedores. Toda la película está envuelta de una profunda melancolía, un viaje de ida a vuelta a ningún sitio, sin principio ni fin. Un mundo donde la fama y el exito que parecieran inalcanzables siguen resultando tentadores porque todo depende de los caprichosos de un azaroso destino. 


Nuestro antihéroe apenas  si parece tener otra opción que sobrevivir. Sigue a un gato por las calles, trata de mantenerse fiel a un código moral que apenas esboza en toda la película y que no parece muy coherente. Se parece bastante a personas que he conocido, a mí mismo, y adoro que los Cohen cuenten su historia y que no le traten como una caricatura ni como a un personaje moral, sino como a uno más, una persona llena de mediocridad y de interés. Esa democracia compasiva que comenzó con el Quijote y que todavía hoy sigue funcionando.

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