lunes, 18 de agosto de 2014

Verano

Aunque ya lo vengo experimentando en los últimos, este verano, con los niños un poco menos bebés y mucho kilómetro, estoy teniendo realmente sensación de eso que los ingleses llaman break y nosotros falsamente descanso y que ahora llamamos ya desconectar. 
Sí, estoy desconectando de lo que he hecho durante el invierno, de lo laboral por supuesto, pero también de mi forma de vida durante el curso, de estar conectado a internet por ejemplo, de la obsesión por la lectura, de no preocuparme por escribir o no, de los horarios, de ver películas por la noche, estoy haciendo otras cosas y lo mejor es que estoy consiguiendo aceptar que no pasa absolutamente nada por dejar de hacer algunas de las cosas que tanto me gusta hacer por una temporada. Me estoy moviendo a través del tiempo. 
Medito, hago yoga, me ocupo de los niños, leo un rato, apenas tomo té, me baño en la playa, paseo en bici con mi hijo, vuelvo a meditar, aprendo un poco de inglés, hago excursiones, voy restando otro destino de la larga lista de destinos de este verano, charlo con un amigo, escribo algún what's up. Todo está bien, todo tiene su valor, como si las fronteras entre lo elevado y lo superficial se hubieran relajado un poco, como si diera igual que hubiera algo detrás de esto. Simplemente ahora estoy en esto. Leo a un jovén maestro advaita. Realizo un baile como si me hubiera tragado un bicho volador que se mueve por dentro de mi cuerpo con el objetivo de hacer reir a mis pequeños.
He llegado a un destino que me permite contactar con un ordenador y escribo esta entrada que acaso no tiene mucha profundidad, pero no me importa porque lo ligero es hermoso, estar tumbado en la playa sin hacer nada (que no es mi caso por exigencias del guión) es tan importante como meditar profundamente, escribir un libro, perfeccionarse en el trabajo. Los límites se difuminan, todo cobra su importancia, las grandes verdades se relativizan, las creencias se difuminan en la brisa nocturna de la playa. Paso la tarde con un amigo, tomo una cerveza con limón y una fritura malagueña y no hay nada tan arrebatador, mi hijo me abraza y me besa y no hay nada más importante, leo Ana Karenina y disfruto enormemente, ese arte está lleno de cotidianidades, de escenas de caza, de neurosis y contradicciones. 
En el muro de mi facebook se suceden reflexiones, estados de ánimo, todo alegre, fácil, falsamente intrascendente. Nada es lo que parecía, todo funciona, desde el anverso y el reverso, la cara y la cruz, como esas chaquetas que son reversibles, esto está muy bien pero lo otro también está muy bien.
Deja de hacerte preguntas, dice Jeff Foster, pero la mente es incapaz de aceptar esa orden. Siento un gran placer repitiendo la palabra publé tal y como la dice mi hija y también me gusta decir mucho patalenis que es una especie de mantra que utiliza mi hijo cuando la excitación se apoderá de él. 
Toda mi vida he sido muy serio.

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