domingo, 6 de octubre de 2013

Una semana de Octubre

Comienzo la semana pensando en escribir una entrada sobre el Madrid, sobre el engaño Florentino, y su penosa política de fichajes, y pienso que a mí que me importa meterme a estas alturas en esos rollos si me dá lo mismo el Madrid hace ya tiempo, pero luego pienso que no, que claro que me importa, porque yo lo pago, lo paga la banca, que es amiga de Florentina, y aliada de los políticos, y ya sabemos que al final, eso lo pagamos todos. 
Pero al final pienso que no, que puestos a hablar de deporte, hablaría de Nadal, de su regreso al número uno o de un cierto "bajón" de su tenís, que siendo así no tiene nada que hacer contra su gran rival Djokovic, el susto de la rodilla, pero tampoco termino hablando de eso.
Pienso en hablar de Sivananda, de la terminología tan farrágosa, que me hace pensar en la importancia de saber filología hindú para poder entender los pormenores de esa religión que tanto me atrae, en especial el yoga, una sabiduría milenaria a nuestro alcance, pienso en la cantidad de sabios hindús y me reconcilio de nuevo con la India, quiero escuchar música India, viajar por la India, pasar un tiempo en un ashram en Rishikesh, o retirarme a un monasterio budista de la región más remota del norte, en Ladakh, un sitio que me llama por mi nombre. 
Pienso en lo que me cuesta mantener la paciencia en mi trabajo, en lo harto que estoy de niños mal criados, y también y en general lo harto que estoy de la decadencia de nuestra cultura, con su arte como elemento de consumo, sus neuras, su ocio programado y sus tópicos, sobre todo los tópicos, y quizá eso no sea lo más "espiritual" pero así lo siento, una cultura ignorante y pretenciosa. Eso es lo que siento.
Y siento la alegría de la lluvia, el agua que limpia todo, y siento la belleza que hay en las personas, en sus caras, en sus gestos repetidos, y lo más asombroso es que ni siquiera sospechan esa belleza que cargan como un animal amarrado de un hilito a una costura de la ropa, y siento el placer del silencio y el placer del ruido. Y detesto a la gente por momentos y en otros, me siento cercano a ella. 
Pienso en escribir sobre Breaking Bad que cierra sin alardes ni sorpresas pero con bellísima factura, una temporada y un universo que para todos sus seguidores ha sido un universo ácido pero placentero, y me da pena de que el hombre rosa no nos haya dicho adios, aunque eso sí, un grito, el grito de la alegría y la libertad, porque vendió su alma al diablo sin saber donde se metía. Pero también quiero al diablo, claro.
Y de nuevo siento ansiedad por el tiempo, por la falta de tiempo, pero al menos, por momentos esta semana, no la padecí, sentí que cada cosa ocupaba su momento y entendí que era de sabios no bracear contra el ritmo de la vida, de ese modo uno simplemente mueve el agua y se agota, pensando que se está salvando de morir ahogado, cuando en realidad está postrado frente a un ilusorio barreño.

2 comentarios:

  1. Me encanta la parte en la que escribes:entendí que era de sabios no bracear contra el ritmo de la vida, de ese modo uno simplemente mueve el agua y se agota, pensando que se está salvando de morir ahogado, cuando en realidad está postrado frente a un ilusorio barreño.

    Un saludo. Buena entrada me a gustado.

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  2. Me alegro mucho de que te gustará Javier.
    Un abrazo

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