viernes, 21 de diciembre de 2012

El fin del mundo (tal y como lo conocemos)

¿Se termina el mundo? Me comentan mis alumnos, algo excitados, que hoy podría terminarse el mundo porque lo dice una película, y uno líricamente dice, mirad como se mueven esas nubes. Buscan un signo, algo que les corrobore ese rumor que les tiene algo nerviosos pero al mismo tiempo, con esa valentía tan propia de la infancia, expectantes por lo que podría ser algo espectacular que no hay que perderse.

¿Se acaba hoy el mundo?, o como prefieren decir otros, ¿empieza uno nuevo, acaso mejor? La culpa de todo este lío la tiene el calendario de los mayas que sitúa en el día de hoy el fin de una era. Desde ciertas instancias espirituales se nos recomienda vivir estos días que vienen con especial atención porque son momentos de gran cambio. ¿A alguien le podría importar que el mundo cambiase? Supongo que no, estamos hartos de la crisis, del sufrimiento que nos rodea en nuestro día a día, de ser incapaces de redimirnos de esas cosas que juramos una y otra vez, en vano, ir a cambiar. Para que el mundo cambie se debe dar un requisito (obvio pero muchas veces pasado por alto): debemos cambiar también nosotros. 
¿Por qué no cambiamos? ¿Por qué permitimos que la mentira en la que vivimos instalados siga reinando? ¿Por qué cedemos terreno a lo justo en beneficio de lo cómodo, a lo que debería ser por lo agradable? 

Creo que todos firmaríamos cambiar el mundo tal y como lo conocemos, como decía la canción de REM. Por muy escéptico que se sea con el ser humamno, creo que la gran mayoría estamos de acuerdo con ese cambio. Y no estoy hablando de una revolución política, aunque supongo que una cosa llevaría a la otra. Estoy hablando de una revolución interior. ¿Cómo podemos cambiar? El cuarto camino y Gurdjieff nos dicen que debemos hacerlo a través de la observación de nosotros mismos, que para poder cambiar una máquina (para esta filosofía somos tan mecánicos que debemos ser llamados así) debemos entender como funciona. En realidad es lo que habían dicho los griegos algunos cientos de años antes. Conócete a ti mismo, rezaba el oráculo de Delfos. Existen muchas formas de autoconocimiento, la más reciente es la psicoterapia pero desde hace miles de años, diferentes culturas han meditado o han vuelto sus ojos hacia el interior en busca de aquellas partes oscuras, mecánicas, que impedían el cambio. Si nos conocemos, sabremos como funcionamos, entenderemos porque tantas y tantas veces nos hemos prometido cambiar y no lo hemos hecho. Veremos que no somos uno sólo sino muchos, y que estos personajes que nos pueblan no se llevan necesariamente bien sino que viven en conflicto, veremos que nuestro mundo interior es un caos y que eso se refleja en nuestra vida exterior, porque lo que es fuera es dentro, pero también y sobre todo, lo que es dentro es fuera. Entonces quizá podamos cambiar y si cambiamos el mundo cambiará, y no deberemos temer que el mundo se acabe porque estaremos contentos de que uno nuevo comience. 

Pero realmente, ¿está en nuestra voluntad cambiar? quiero decir, cambiar es algo tan, tan difícil que pareciera imposible, ¿acaso depende de nosotros (de mí escritor y de ti lector)?. No lo creo, salvo unas pocos excepciones, el ser humano no tiene la suficiente energía para una tarea tan ardúa y complicada, quizá estos días de cambio sean un momento adecuado para intentarlo al menos, quizá estos días sean, por una razón que no entendemos (conjunciones astrales, movimientos energéticos...) los más propicios para intentar salirnos un poco de eso que Cortazar llamaba el ladrillo, los budistas llaman el karma y Ortega el yo y sus circunstancias. Hay demasiados quizá en esta entrada, demasiadas preguntas no retóricas, hay algo de falta de fé, pero también hay experiencia sincera,  por intervalos muy breves he conseguido que mi mundo, el mundo, desapareciera y apareciera uno nuevo y cuando eso ha ocurrido, he comprendido que aquella vida era un cuento contado por un idiota, y ese idiota es un polifacético personaje que podríamos llamar herencia (genética y ambiental) y cultura. Un mundo que hay que estar dispuesto a perder para ser libre.

1 comentario:

  1. Qué pesaditos se pusieron los alumnos -yo les decía que a ver si de verdad se acababa el mundo ya, y se escandalizaban; alguna vez hasta les cité la antigua creencia del Juicio Final, de la que no habían oído hablar, a ver qué les parecía-.

    Es muy interesante lo que reflexionas. No sé si podemos o no podemos, en este caso sería que muchos cambios interiores propiciaran uno exterior, imperceptible a simple vista pero que iría abriéndose paso e influyendo, como si todos fuéramos órganos, células, carne y sangre de un mismo organismo universal. Pero hay que contar con las Fuerzas del Mal, jaja, que todos alojamos dentro, esto es un combate de los Makers contra los Breakers..

    Un abrazo navideño

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